22 ene 2008

¡Qué lechero!

Por: Dr. Carlos Arrizabalaga Lizarraga
Profesor de Lingüística de la Universidad de Piura
Piura, 14 de enero de 2008
carlos.arrizabalaga@udep.pe  

El Dr. Arrizabalaga es un filólogo español que radica en el Perú desde 1996. Su tesis doctoral trató sobre la sintaxis del español norperuano.

¡Qué lechero!
Alonso Carrió de la Vandera narra el pleito que establece un arrogante y fornido vaquero con un jesuita, quien con una tropilla de tucumanes había espantado el ganado de aquél de sus pastos. El corpulento Cosío amenaza con un trabuco “naranjero” para que se detenga “si no quiere ser el cuarto que eche a la eternidad”. El sacerdote perplejo sólo atina a preguntar si los tres habían sido también sacerdotes a lo que el arrogante Cosío le dijo que “todos habían sido lecheros, pero que no haría escrúpulo en matar a cualquiera que le quisiese insultar o atropellar” [1].

Aquellos pobres y desafortunados lecheros no pueden explicar realmente el motivo por el que en el Perú se ha venido a calificar familiarmente o coloquialmente como “lechero” a la persona que tiene suerte en el juego o en el amor, al afortunado en suma, tal como lo recogen Rubén Vargas Ugarte [2], Juan Álvarez Vita [3] y Miguel Ángel Ugarte Chamorro [4]. El término lo recoge la Real Academia en su Diccionario recién en la edición de 2001, pero no lo consigna con la marca geográfica de Perú, como sí lo había hecho Marcos Augusto Morínigo en 1966 [5].

El calificativo es usual en el Perú y se difunde ahora en el habla infantil y juvenil, pese a su origen grosero. Lo utiliza ahora Alan García, en su novela El mundo de Maquiavelo, cuando uno de los personajes se asombra de las cartas que le han tocado a su contrincante, a lo que éste responde: “Suerte en el juego, suerte en el amor” [6].

Cuando se logró capturar al jefe terrorista conocido como “camarada Feliciano”, en julio de 1999, los periodistas se referían al entonces presidente Fujimori con la ya proverbial frase "qué lechero es el Chino" [7]. En el habla coloquial peruana es ya un uso general si bien se reserva al uso coloquial, aunque no tenga carga despectiva. Según Morínigo, es término conocido en Bolivia, Costa Rica, Cuba, Chile, México, Panamá, República Dominicana y Perú. En Cuba y Puerto Rico Morínigo consigna la acepción de ‘oportunista, logrero’. Ángel Rosenblat registraba en Venezuela el significado despectivo de ‘pichirre’ o ‘avaro’, aunque para el afortunado se tenía el derivado “lechoso”, además de “sortario” [8].

Tanto en Venezuela como en otros países son variadas las expresiones con las que se expresa la buena suerte, la buena estrella o la ventura. Según Rosenblat, la frase “¡Qué leche!” era algo grosera, y también era vulgar la frase “¡Qué lechazo!” que sirve para aludir a un golpe de suerte. Las expresiones vulgares correspondientes en España son: “¡Qué folla!” (muy malsonante) o “¡Qué potra!" (más propio del habla infantil). Pero al que tiene suerte se le dice, simplemente, aquí y en todas partes, “suertudo”, como se ve en el relato "La vuelta del profesor famoso" de Carlos Eduardo Zavaleta [9]. Por supuesto, el término estándar es “afortunado”, mientras que “agraciado” tiene un uso restringido al habla formal y suele aplicarse al que obtiene un premio en algún sorteo. Al desafortunado se le dice, en la mayor parte del mundo hispánico, “salado”, aunque en España también se le dice así al chistoso.

El DRAE recoge también la acepción de ‘cicatero’ o ‘tacaño’ para nuestro “lechero”, que fue consignada por Augusto Malaret, en 1917 (junto con el significado de ‘persona que procura siempre sacar ventaja sin peligro alguno’, como propias de Puerto Rico y Venezuela [10].

Aunque no lo recogen los diccionarios me dicen que “lecheras” son también, en el habla infantil peruana, las bolinchas (o bolinches –en España canicas–, que en Piura se conocían como checos) de color blanco, a las que se les concede un mayor valor.

Parece ser una creación reciente, como las expresiones españolas: “mala leche” y “ser la leche”, que se han incorporado al Diccionario académico recién en sus ediciones de 1984 y 2001 respectivamente. En la última también se recoge “la leche” como frase elativa equivalente a ‘mucho’, que son poco conocidas en el español americano. En la Lima del siglo XIX existía el “suertero”, que era ‘el que pregona y vende por las calles números de la suerte, según recoge Juan de Arona [11]. En nuestros días han venido en llamarse “tinqueros” los que juegan mucho (no siempre con fortuna) a la Tinka, que es el juego de azar nacional, mientras que quienes venden en nuestras calles y centros comerciales los boletos de la Tinka no tienen una denominación particular.

Aunque se originó en el habla vulgar, se emplea ya en el uso común del español peruano [12].

Falta averiguar el motivo que habría originado la expresión. En el habla vulgar de México, la expresión “hijo del lechero” es una locución nominal que vale despectivamente como hijo ilegítimo o hijo natural [13]. En Honduras se aplica humorísticamente al niño que no se parece mucho a su verdadero progenitor. Si es que tuviera este origen, la razón de que el lechero sea considerado un tipo afortunado (cuando más bien debería ser juzgado de otra manera muy distinta) devela con nitidez el fuerte machismo de nuestras sociedades. Prefiero creer que el habla infantil la formó jugando a los bolinches.

REFERENCIAS
[1] Alonso Carrió de la Vandera, Concolorcorvo. El lazarillo de ciegos caminantes, Ed. Emilio Carilla, Barcelona, Labor, 1973, pág. 238.
[2] Glosario de Peruanismos, Lima, 1953, pág. 39.
[3] Diccionario de Peruanismos, Lima, Studium, 1990, pág. 314.
[4] Vocabulario de Peruanismos, Lima, UNMSM, 1997, pág. 178.
[5] Diccionario de americanismos, Buenos Aires, Muchnik, 1966, pág. 356.
[6] Bogotá, Editorial Tercer Mundo, 1994, pág. 157. Tomado de REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CREA) [en línea]. Corpus de referencia del español actual. [14/01/08]
[7] Isaías Rojas Pérez, “¡Cayó Feliciano!”, en Ideele, n. 120. Lima, julio de 1999, págs. 4-5. Ver: http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/120/pag04.htm
[8] Ángel Rosenblat, Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, Caracas, Mediterráneo, 1969, vol. I, pág. 156.
[9] El personaje se disculpa al rechazar una invitación de un amigo: "Es cumpleaños de mi mujer y tendremos a sus familiares a cenar." Y explica a continuación: "He insistido en el vocablo español, para que el otro ex-becario en Madrid como yo, entienda la hora del compromiso y hasta su prolongación". Finalmente el amigo devuelve el gesto diciendo: "Muy bien, suertudo." En Abismos sin jardines, Lima, Petroperú, 1000, págs. 89-98.
[10] Vocabulario de Puerto Rico. Edición de Humberto López Morales, Madrid, Arco-Libros, 1999, pág. 231.
[11] Diccionario de Peruanismos. Edición de Estuardo Núñez, Lima, Peisa, 1974, vol. II, pág. 362.
[12] En un relato delincuencial de Dante Castro (Callao, 1959) titulado "La ley de la ventaja", el protagonista (que acaba de asesinar a un individuo) piensa para sí que el taxista que lo ha llevado por menos de lo que pedía por la carrera en que se escapa del lugar del crimen es "lechero" porque pudo haberlo matado también. Ver el cuento en la antología Calixto Garmendia y otros cuentos, Ediciones Cultura Peruana, Lima, 2001, págs. 149-157.
[13] Aunque el Diccionario básico del español de México (El Colegio de México, 1986), dirigido por Luis Fernando Lara, solo recoge “hijo de leche” con la acepción de ‘criado por una nodriza’ (pág. 263).

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